Cuando el espíritu reconoce su ignorancia, se
despierta y se pone a indagar.
Liebniz
Continuando
con la historia de los personajes y trabajos que dieron forma y sentaron las
bases de lo que hoy conocemos como Posturología...
En
1853, fue Moritz Heinrich Romberg (1795-1873), médico de la Universidad de
Berlín, autor de Lehrfbuch
der Nervenkrankheiten des Menschen (Texto de las Enfermedades Nerviosas del Hombre), un clásico de la Neurología, y considerado por
muchos como el primer libro de texto de la historia de la Neurología, quien
observó que las oscilaciones posturales no solo eran más pronunciados cuando se
anula la información visual, sino también cuando se reduce la base de apoyo.
Describió su famoso test en pacientes con tabes dorsal basado en la premisa
que, para mantener la posición erecta, se requiere al menos dos de estos tres
sentidos: la propiocepción (la capacidad de saber la posición del cuerpo en el
espacio); la función vestibular (la habilidad de conocer la posición espacial
de la cabeza), y la visión (por la cual se puede monitorear, y ajustar la
posición corporal). Un paciente con déficit propioceptivo puede mantener la
posición erecta usando la función vestibular y la visión. En el test de Romberg
se le pide al paciente, de pie, que cierre los ojos. Una pérdida de equilibrio
es interpretado como un signo de Romberg positivo. Así mismo, este test evalúa
el sentido de posición corporal (propiocepción), el cual precisa de un
funcionamiento adecuado de la columna dorsal de la medula espinal. Inicialmente
se usó para investigar la perdida de coordinación motora en pacientes con
ataxia (del griego a- que significa
"negativo" o "sin" y taxiā que significa
"orden", una enfermedad que se caracteriza por movimientos
descoordinados de los distintos segmentos del cuerpo de un animal, incluido el
hombre, afectando múltiples funciones). La positividad del Test de Romberg
sugería la naturaleza sensorial de la ataxia dependiendo de la perdida
propioceptiva. Si un test de Romberg no es positivo en un paciente con ataxia,
sugiere la naturaleza cerebelar de la ataxia.
Mientras Sigmund Freud estudiaba
el inconsciente en Viena, Joseph Babinski [Józef Franciszek Feliks Babiński, 1857-1932], estaba en París,
siguiendo otro camino en el campo de la Neurología. Además de las enfermedades
neurológicas que él conocía tan bien por su participación en la descripción de
muchas de ellas, y de las enfermedades psicológicas que había estudiado
extensamente con Charcot, él sospechaba la existencia de otro tipo de
enfermedad del sistema nervioso central que no pertenecía a ninguno tipo de histeria
(la enfermedad de moda en esa época) o la neurología, como explicó en Hysteropithiatisme en Neurologie de Guerre
y Problèmes Nerveux d'Ordre Reflexe,
que escribió con Froment (1918). Su intuición le decía que eran causados por
los trastornos posturales pero la conexión no estaba completamente aclarada
para exponerse a publicarla. Babinsky había encontrado en sus estudios, en
1899, que cuando un sujeto se alejaba del punto estático al realizar un
movimiento, se ponen en juego sinergias axiales. Si se le pide aun sujeto que
mire hacia arriba y atrás, simultáneamente inicia los llamados ajustes
posturales, flexionando las rodillas con el propósito de mantener su centro de
gravedad en el interior del polígono de sustentación. Babinsky lo describió
como algunos sujetos, incapaces de realizar un ajuste postural precoz, tenían
imposibilidad para mantener en equilibrio en posición de pie cuando se les
pedia que hicieran la misma prueba.
El
6 y 7 de abril de 1916, en plena Primera Guerra Mundial, Pierre Marie (1853
-1940), uno de los contemporáneos de Babinsky bajo el magisterio de Charcot en
el Hospital La Salpêtrière de Paris y
otro de los grandes genios de la Neurología, fue el moderador y ponente de la
primera reunión de neurólogos que reconocían la probable existencia de una enfermedad
de origen postural. Todos los grandes nombres de la neurología estuvieron
presentes en esta reunión, Babinsky, Froment, Villaret, Sicard, Guillan,
Lortat-Jacob, Roussy, Clovis, Vincent, Laignel-Lavastine, André Thomas,
Grasset, la flor y nata de la Neurología francesa y mundial. Esa reunión de la
Société de Neurologie se llevó a cabo en presencia de los ministros franceses
de Sanidad y Defensa, porque los médicos de campo se enfrentan a problemas
graves con los soldados con traumatismo craneoencefálico. La mayor parte de
estos heridos se quejaban de síntomas subjetivos (sensaciones de vértigo,
trastornos visuales, inestabilidad, dolores de cabeza, etc.) que no podían
explicarse en los hallazgos anatómicos o clínicos. Entonces, ¿qué tipo de mal
era? ¿Era simplemente una treta para evitar volver al frente de batalla? ¿O era consecuencia del miedo de morir en
manos del enemigo?
Pierre
Marie orientó la discusión a los siguientes interrogantes: «¿Cuál es la
naturaleza de estos trastornos subjetivos? ¿Qué tan graves son? ¿Cómo debemos
tratar a estos lesionados una vez que las heridas han sanado y regresen a sus
hogares? ». Todos los presentes en esta reunión, y cada uno, tenían su turno
para expresar su opinión. Todas las hipótesis presentadas, permitieron llegar a
un consenso, singular y extraordinario, que Pierre Marie informó en los
términos siguientes: «Todas las presentaciones describen exactamente los mismos
trastornos experimentados por los individuos estudiados, utilizando términos
absolutamente idénticos. Obviamente, esto no puede ser la repetición de una
lección aprendida». Esto daba a entender que había algo “que no funcionaba” en
la base de este síndrome; Pierre Marie propuso el viejo concepto de “éblouissement” (deslumbramiento), aunque
posteriormente sería sustituido por nombres como falsos vértigos y verdadera
heteroforia, sensaciones vertiginosas, inestabilidad, trastornos del equilibrio
o simplemente se referían a el como "el síndrome subjetivo de Pierre Marie
de los pacientes con trauma de cabeza", aunque nunca Pierre Marie le
asigno un nombre y desde luego ¡no esté!
Y,
todo era debido al título del informe de Pierre Marie, que incluyó el término
"subjetivo".
¡La
intersubjetividad es la base de la objetividad!
Un
principio filosófico llevó, a los grandes neurólogos reunidos allí, a reconocer
la realidad de esta enfermedad sin el apoyo anatomo-patologico...
¡Asombroso!
Como
no había una afección para tratar, los médicos centraron su atención sólo en
cómo los pacientes vivían con su enfermedad. Este enfoque subjetivo del
paciente parecía justificar el uso del
epíteto “subjetivo” para calificar no sólo la estrategia terapéutica, sino
también el propio síndrome. La enfermedad fue reconocida como tal, pero no se
le dio un nombre, al menos no exactamente; Pierre Bonnier, quien asistió a la
reunión, sospechaba que la participación postural de la enfermedad tenía
sentido pero no se atrevía a decirlo, expresó: «No quiero pedirles que presenten
una observación técnica y que más tarde lo lamenten.» Un secretario aceptó
añadir varios de los comentarios de Bonnier al final del texto impreso final.
Este
desorden sin nombre, que no encajaba en ninguna de las categorías anatomo -
patológicas de los neurólogos, para la que ninguna hipótesis avanzada ofrecía
una explicación, cumpliría su destino caótico durante el curso del siglo XX.
Muy rápidamente, los médicos comenzaron a olvidar el razonamiento sutil que
reinó en la conferencia del consenso de 1916. A medida que pasaban los años el
trastorno se mantuvo escondido detrás de la etiqueta de subjetivo y el síndrome,
de hecho, se hizo más y más subjetivo de tal manera que su "realidad"
volvería a ser impugnada al sembrar la confusión en toda la comunidad médica.
Dependiendo de los gastos que generara y de quien valorase al lesionado, sea especialista
en medicina forense, asesores médicos de seguros de salud, especialistas en
medicina del trabajo, neurólogos, otorrinolaringólogos, etc., las decisiones eran
contradictorias. No existía ninguna lógica, en ocasiones en los diagnósticos y
decisiones relacionadas con incapacidades e invalideces laborales con relación
a este tipo de pacientes.
¡Qué
lío!
De
hecho, fue un desastre para todas las enfermedades que se afectaban por la postura.
En
ausencia de un concepto subyacente, nada se organizó para los pacientes con un
trastorno postural ningún congreso para médicos, ninguna sociedad
científica, ninguna estructura administrativa y / o hospitalaria se ocupo de
ello. Mientras, los pacientes que se podrían clasificar y asignar a una
categoría anatomo-patologica, eran remitidos a la unidad especializada
correspondiente y se beneficiaban de los recursos científicos y administrativos
existentes, aunque con poca solución a sus quejas. Esto confirmaba que la
lógica topográfica no se aplica a las enfermedades postural, y que no había
manera de organizar su gestión y tratamiento. Como resultado de su
incondicionalmente fidelidad a la lógica de las relaciones anatomo-patologico,
la comunidad médica se hundió aún más en su error epistemológico, ya
indeleblemente grabado por la pluma de Claude Bernard, del cual hablaré en algún
momento. No era racional quejarse de una multitud de síntomas, como consecuencia
de traumas en la cabeza ni hacer el papel de víctimas, cuando los exámenes
médicos y los estudios de imágenes más sensibles eran incapaces de
detectar la existencia de las lesiones.
Para
la época, ya existían muchas contribuciones fisiológicas al tema postural. El
camino empezaba a aclararse. Se sabía del papel de la visión y la propiocepción
podal descritos por Romberg; el papel del vestíbulo como aporte de Flourens; el
rol de la propiocepción de la musculatura paravertebral en el mantenimiento de
la postura erecta, descrita por Longet; la participación de la propiocepción óculo-motora
descrito por Cyon (1911) y el de la planta del pie por Magnus (1926). Como
pueden ver, no hay un sentido único que permita el control del equilibrio y ese
fue el punto de partida de muchos contrastes entre las diversas escuelas
posteriores.
Continuara en los proximos dias...
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